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Cartagena de Indias, Bolívar, Colombia
Abogado - Gestor Cultural

miércoles, 16 de septiembre de 2009

JOSÉ ÁNGEL ÁLVAREZ ORTEGA, ARTESANO Y MAESTRO GAITERO


Por

JOSE LUIS ROLON ALVAREZ

Gestor Cultural – Agosto 2009

"Dios premia a los hombres y le impone tareas
para que su alma sienta el rigor de la bondad y el compromiso con su prójimo"
J.L.R.


Las almas de los viejos gaiteros recorrían sin prisas las extensas sábanas de los Montes de María adornando con un murmullo melódico, las tardes preñadas de sol y brisa. Su búsqueda incesante, pero sosegada, les iba llevando cual jinetes del viento por cada rincón de la tierra tabacalera. Era muy común escuchar voces etéreas llegando a las fuentes de agua, a los caminitos trazados al azar y a los claros de las arboledas. Ello parecía un concierto cotidiano de almas felices que entretenidas en hallar un mortal capaz de reeditar su gestas de Gaiteros Veteranos, regalaban voces inmortales al mundo de los vivos.

El día 24 del mes de octubre del año 1933, se concentraron esas voces y los murmullos armoniosos fueron más y más altos. Las voces etéreas se multiplicaron y crecieron los vientos para sorprender a los arboles y desgajarlos en hojas cual carnaval de alegría supraterrenal. Cuentan los viejos abuelos que ese día las almas felices cumplieron su tarea y se alejaron para hacerse sentir sólo cuando el bronco sonido de los tambores cerreros se sintiera en la lejanía, anunciando el lamento pegajoso y bello de las Gaitas. Dicen además que desde ese día quedó plasmado en el libro eterno del arte ancestral de las gaitas, que el heraldo gestor de este hermoso género musical sería un hombre sencillo, bueno y servicial que le pondría el alma a sus manos y pecho, para sacar de entre las marañas del olvido, el sabor especial que transmite la gaita con su reino de tambores y maracas.


La tarea estaba encomendada, José Ángel Álvarez Ortega, desde su nacimiento ese día lejano de octubre, tendría que desplegar la sabiduría heredada para transmitir a niños, niñas, jóvenes y adultos, el arte ancestral de los gaiteros eternos. Con sus manos y oídos bien afinados, “Joche” Álvarez emprendería el trabajo de contagiar a las gentes nobles de estas tierras y allende fronteras, para que en cada susurro de las gaitas sintieran la felicidad de las Almas que le otorgaron tamaña empresa.


Hijo del viejo Pablo Álvarez con la vieja Teresa Ortega, es un hijo del campo, es decir se perfiló como hombre enamorado de las tierras y de las montañas. Nació enredado en las ubérrimas dehesas de Almagra, muy cerca de Ovejas, donde sus padres tenían cultivos de tabaco. Desplegó desde muy joven el amor por el arte, haciéndose fotógrafo empírico con un éxito incuestionable. Luego vendría a cumplir con el mandato celestial de las almas felices, cuando de la mano con otros queridos personajes de Ovejas, Sucre, elevaría su voz y criterio para erigir el obelisco cultural que significa la fundación del Festival Nacional de Gaitas. Allí comenzó el sueño de lo vernáculo. A partir de 1985 saldría para el mundo la égida hermosa que congrega en cuatro días con sus noches, el concilio de los gaiteros viejos y nuevos.


Su labor artesanal y artística, silenciosa en un principio, bulliciosa y enorme luego, alcanzó ribetes maravillosos cuando el FESTIGAITAS comenzó su labor de reconstrucción de tejido socio – cultural, para deleite del mundo. Allí encontró el viejo Joche Álvarez, el caldo de cultivo de su “movimiento folclórico y cultural” descubriendo los genes ancestrales que lleva cada hijo de los Montes de María. Se especializó en trabajar con niños y niñas y algunos adolescentes, para convertirlos en diestros gaiteros ó tamboreros.


Sus enseñanzas dieron muchos frutos. Fueron cientos los que se apropiaron del arte de los zenúes, convirtiendo a Ovejas y a Sucre en una colcha inmensa de lamentos profundos de la Gaita ancestral. En su escuela de formación musical, actuando con el peso de sus propios recursos, Joche Álvarez enseño y propició la fundación de grupos como Los Caciques, Los Genuinos, Son Vilut, Diosas de La Gaita, Tumbalí, Dinastía Gaitera, entre otros. El escenario de estas jornadas es su patio, el patio de la casa grande donde el único requisito es que los niños lleguen a su kiosko de palma. Allí llegan porque entienden que de este Maestro brota bondad y ternura.
No es raro observar desde la esquina de la Plaza de la Cruz en Ovejas, como a la casa del maestro Joche Álvarez llegan delegaciones enteras de gestores culturales y soñadores. Hasta allí han llegado bumangueses, barranqueros, pereiranos, bogotanos, paisas, gringos, franceses e ingleses a sentarse a escuchar las enseñanzas del viejo Maestro del Arte Gaitero. De allí, muchos salieron “graduados” como enamorados de las Gaitas; título que sólo se alcanza cuando el amor por el arte milenario sobrepasa las fronteras de lo común.


Sus innegables dotes como Maestro Gaitero, han sido adicionadas con las habilidades que el Señor Todopoderoso le entregó para que moldeara los tambores, las maracas y las gaitas que conforman el conjunto tradicional de este género musical. Merced a esa grandeza artística, el Viejo fue galardonado por la Presidencia de la República con la Orden de Gran Maestro en el Grado de Maestro Artesanal. Este acto se dio en la ciudad de Bogotá, donde siempre asistió como Invitado de Honor de Expo Artesanías. La encargada de entregarle esa distinción fue la Primera Dama de la Nación Doña Nohora Puyana de Pastrana.


En su incansable tarea de “educador” en las lides gaiteriles, el Viejo Joche, fue varias veces miembro de la Junta Directiva del Festival Nacional de Gaitas; fue además, mecenas de algunos viejos gaiteros que vieron sus últimas luces amparados y/o apoyados por la generosidad de este Maestro de las Gaitas. Allí en su casa de la Calle La Libertad, bajando la Placita de La Cruz, vivió mucho tiempo el eterno Maestro Sebastián Mendoza donde recibió afecto, consideración, alimentos y hasta algunos medicamentos para sus dolencias.… y transcurren los días, se acerca la fiesta de las gaitas, en el mes de octubre, y allá en su patio sigue la labor incansable de Joche Álvarez, apretando bejucos catabreros, horadando totumos cariacos, vaciando las chuiras y curtiendo los cueros de chivo para los tambores cerreros. ¡Vida eterna para este Maestro!.

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