AQUELLA QUE TE AMÓ
Palomas de repente en mis mejillas.
Un sacudir de alas si regresas, amante, a mi presencia y me perdonas y arrancas de mi amor la sola queja.
Me juras por tus muertos, yo te juro por Dios que a los demonios atormenta.
Y en brasas se convierten las palabras.
En pájaros sangrientos que pelean por las migajas de las hostias últimas.
Ámame hombre en esta noche negra.
Mi historia es ésta: un lecho solitario, un despertarme atada siempre a hiedras
y una almohada llena de tu rostro.
Mi vida toda es sólo sueño, niebla.
Mas llegas y mi voz ya no es cautiva.
Y aquella que te amó se me asemeja.
DELFINA ACOSTA
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