En aquellos años de la colonia, donde el poderío del rey, era absoluto, imponente y la obediencia un fundamento para los esclavos que sobrevivían sumergidos entre las barracas de la Cartagena en la que hoy día soñamos despiertos. Entre esos días coloniales en medio de la esclavitud, crecían dos niños que no superaban los diez años de edad. Casildo de nueve años y Petrona de siete años. Ambos niños sobrevivían en la barraca de la casa de Don Juan Concepción de la Cruz, al lado de su madre Porfiria Cassiani, quien siempre estaba al pendiente de las órdenes de los patrones. Los niños la mayor parte del tiempo permanecían solos, ellos entre sí hablaban a su modo y planeaban cambiar su mundo al crecer.
Casildo un niño fuerte para su edad, y de voz aguda, tal vez él sabía para que había nacido. Petrona su hermana de silueta menuda y mirada feliz, a pesar de su condición de esclava… Tal vez ellos aún no entendían lo que significaba ser esclavo. Ellos casi siempre permanecían juntos, tratando de mirar sin mirar, a lo lejos miraban a los otros niños, los hijos de los amos jugar, reír, mientras ellos solo miraban tímidamente a lo lejos. Con esas facciones marcadas del hombre y la mujer africana, ojos grandes, labios pronunciados.
Porfiria Cassiani, madre de Casildo y Petrona, siempre que tenía la oportunidad de tiempo, a su medida de conocimiento y pensamiento, les hablaba a los pequeños de libertad; libertad que para Porfiria Cassiani, se reducía solo a las salidas que tenía cuando salía a la puerta a recibir a quien tocaba. Sin embargo entre esa palabras de libertad de las que Porfiria les hablaba a sus hijos, ella acostumbraba a mencionar un lugar llamado San Basilio-El Palenque de San Basilio, ella les hablaba de libertad en este lugar a sus pequeños. Estos momentos de conversa, se hacían prácticamente hablando sin hablar, en susurros. En ese momento ningún esclavo tenía derecho a hablar de libertad y mucho menos tratar de hacer rebelión. En aquel tiempo, era imposible pensar en educación para un esclavo… los esclavos le pertenecían a los amos.
Un día de tantos en medio del encierro, Casildo y Petrona, recordaron las palabras de su madre sobre el lugar del que les había hablado en silencio, San Basilio-El Palenque de San Basilio, donde se podía hablar de libertad, ellos a su escaza edad, empezaron a imaginar cómo sería aquel lugar. Casildo, imaginaba un lugar donde podría jugar, correr, gritar, mientras Petrona, imaginaba un lugar con mucha comida, frutas entre esas, mangos que a ella le gustaban mucho, y más niños con quien jugar. Imaginaban flores de muchos colores, pájaros diversos. Al despertar los niños no encontraron a su madre como era la costumbre, pues Porfiria había sido castigada u azotada por haber olvidado un guiso en el fuego.
Los niños no tenían permiso para entrar a la casa, solo a la barraca, al no encontrar a su madre esperaron todo el día, para ellos fue un día de zozobra y hambre, ya que ellos también pagaban por el error de la madre. Eso basto para que los dos pequeños a su escaza edad, tomaran la decisión de huir en la madrugada de aquel abril, huir de la barraca, de la miseria, del hambre y la esclavitud, en la que hasta entonces habían vivido.
Esa madrugada de aquel abril, en medio de una noche oscura infinita. Casildo y Petrona salieron en busca del lugar, ese lugar del que su madre les había hablado un día. Ellos casi dormidos y con el hambre que reclamaba en sus estómagos, empezaron a caminar por las calles de la Cartagena colonial, entre pasos a escondidas se dirigían con su fe de encontrar el lugar que imaginaban, con más niños, con flores, pájaros y mangos.
Habían caminado tanto, que el cansancio y el hambre termino por rendirlos en un paraje lejano. En medio del monte, fueron despertados por los primeros rayos de sol, con sus rostros curtidos, sus estómagos afligidos por el hambre, siguieron su camino retándose a seguir y llegar al lugar de la libertad. Ese lugar de libertad que anhelaban a cada momento se hacía más lejano. El hambre y el miedo cuando vieron que estaba anocheciendo, con los pies destrozados, llenos de ampollas, sus fuerzas debilitadas, sed, hambre pero la fe por llegar al lugar donde tal vez, se podía ser libre y comer mangos, era lo que les brindaba fuerzas para seguir el camino, el largo camino.
Ya cuando el sol estaba casi oculto, vieron a lo lejos entre los matorrales una vieja choza humeante… Casildo miro a Petrona con una sonrisa, la cual no pudo ser correspondida, ya que Petrona con su silueta menuda y deshidratada, estaba tendida en el suelo, y no sentía fuerzas para levantarse y seguir. Casildo casi en igual condición que su hermana, seguía conservando la fe, y mucho más al ver aquella choza humeante a lo lejos. Él le hablo a Petrona tratando a su manera de darle ánimos para seguir adelante, y llegar hasta la choza, fue tanta la motivación de parte de Casildo, que convenció a Petrona a seguir el camino hasta la choza humeante.
Con la ayuda de Casildo, Petrona se puso de pie dispuesta a seguir el camino con el dolor del hambre que era mayor al de sus pies. Siguieron caminando hasta llegar a la choza, al llegar los niños se encontraron con una anciana Africana, que había logrado su libertad, la anciana Candelaria Balanta (Bazanta?), sintió un ruido entre el monte, tomo un mechón y trato de salir a la puerta y mirar, ella quedo sorprendida, al mirar con la poca luz que producía el mechón, y ver los grandes ojos de aquel niño, era Casildo con su hermana Petrona sin fuerzas, Candelaria a su manera les pregunto quiénes eran, ellos no supieron que responder, sin embargo con la voz entrecortada Petrona pronuncio una palabra-Agua ! en ese momento la anciana de unos setenta años con rostro de dolor y sufrimiento, entro a la choza, y salió con una totuma con agua, se acercó a la niña tirada al suelo, y se la dio a tomar, Petrona tomaba con desespero su totuma de agua, como si nunca hubiera tomado agua. La anciana los invito a entrar a la choza, ellos entraron con algo de timidez, ella les trae algunas cosas de comer, ellos atragantados con esos alimentos, tragaban todo sin masticar… tal era el hambre que sentían. La anciana llevo a Petrona hasta un catre donde la acostó, y empezó a curar sus heridas de los pies, ella sin pronunciar palabra alguna, mientras Casildo disfrutaba de un baño.
Petrona quedo dormida en el catre, ya había comido y sus heridas estaban curadas. Cuando Casildo acabo su baño, se acercó a la anciana Candelaria, y ella por fin logro escuchar que aquel niño de ojos grandes lograba pronunciar una palabra…El con su voz de fuerza, y con una propiedad inspirada, empezó a contarle a la anciana por qué se habían escapado de la barraca de la casa de Don Juan Concepción de la Cruz.
Casildo le hablaba a la anciana del lugar de libertad. Del Palenque de San Basilio, donde serían libres, y encontrarían a más niños, pájaros, flores, y los mangos soñados. Tal vez ellos no imaginaban que aquel lugar de libertad podía estar más cerca de lo que imaginaban. Llevaban un rato largo de conversa, Casildo y la anciana lograron afianzar lazos de confianza rápidamente, y fue un mechón a gas quien indico que tocaba ir a dormir cuando se apagó. Casildo logro contarle a la anciana sobre el lugar del que su madre Porfiria les había hablado. El Palenque de San Basilio, donde podrían hablar de libertad, jugar con más niños, pájaros flores de muchos colores y mangos. La anciana escucho atenta a Casildo sobre los sueños de libertad de él, y su hermana Petrona. Sin imaginar lo que estaba por venir para ellos… Se fueron a dormir, y ya tal vez Petrona soñaba en el viejo catre.
Ellos se despiertan al día siguiente con el canto de los pájaros, y rayos de sol que entraban en la vieja choza. Los niños despiertan y miran todo lleno de luz, el canto de los pájaros, salen de la choza y se encuentran con el mundo soñado, muchas flores, todo colorido, el trino de los pájaros, muchas mariposas amarillas, ellos estaban casi petrificados, no sabían que hacer ni que decir. Se miraron entre si y corrieron por los campos de flores, y jugaban con las mariposas, a pocos metros del lugar vieron árboles frutales, mangos, naranjos, tamarindo, guayaba, y demás productos que crecían en el lugar. Petrona sin pensarlo se acercó al árbol de mangos y con las ganas desquiciadas, comió los mangos soñados, ellos no se cambiaban por nadie hasta de su madre se habían olvidado literalmente…
Estaban felices lejos de la barraca, lejos de la esclavitud, la necesidad.
A lo largo del día la anciana le hablo a Casildo de la libertad. Le dijo que la libertad no solo la encontraban en aquel lugar del que les había hablado su madre El Palenque de San Basilio, sino que también la podrían encontrar en cualquier lugar donde se sintieran tranquilos. Ese mensaje fue claro cuando al amanecer y encontrarse con ese mundo lleno de flores, el canto de los pájaros, y frutas a orillas de la vieja choza humeante.
Tanto así que Casildo le dijo a Petrona… Este es Palenque… El Palenque de San Basilio-Aquí, ya somos libres…!
Este novel escritor, ha querido compartir con los lectores de El Bodegón, parte de la literatura que brota de la casimba de su mente creadora, dibujando historias que detallan el surgimiento de un pueblo que en América se resistió a la esclavitud, y prefirió la vida digna de la libertad a las comodidades de una existencia restringida y sin futuro. ¡Gloria eterna a los gestores de esa liberación!. ¡A ellos y solo a ellos!
Guillermo Correa Mosquera
Directo
1 comentario:
Este apoyo a la Literatura, es grande desde estos espacios...
Mil gracias...
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